10/12/08

Mujer de palabra


La frutería estaba abarrotada. Mientras yo abría la puerta, dejaba el carrito, saludaba y pedía turno, Joana abrió los brazos dispuesta a enfatizar lo que iba a decir:
- ¡Mira! ¡Estoy aquí otra vez! Dije que otro día vendría y vení*. ¿Lo ves como te dije que otro día vendría? ¡Es que yo no digo mentiras!

Nuestro turno se acercaba despacio. Joana mataba el tiempo a su modo.

- ¡Oh, qué árbol más precioso!
- Joana, no toques.
- No, mamá, si solo quiero tocarlo.
- Ya. Pero precisamente: no se toca.
- Vale.
...
- ¡Joana! ¿Qué te he dicho?
- Es que mira, si lo tocamos así, un poco, ¡las luces cambian de color!
- Cambian igual si no lo tocas.
- Me gusta tanto...
...
- ¡Eh, miradme! Soy una bailarina.
Y levanta una pierna y se tambalea y consigue equilibrarse un poco con los brazos. Compramos y salimos. Yo con el carro lleno, Joana comiendo una galleta. Al rato, nos cruzamos con una desconocida que nos saluda:
- ¡Mira la mujer de palabra! ¿Cómo te ha ido en la frutería?
- Bien. Mira lo que me han dado.


* Los tiempos verbales aún se le resisten un poco...
** La imagen no es de la frutería del pueblo, sino del mercado de Wroclaw.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sería de verdad una bailarina si su mamá la dejara ir a clase...
Me la podré endur please? Jo seré la professora!!