9/12/09

Valentía


En casa de los abuelos, donde no existe para Joana ni la obligación del colegio al día siguiente ni la rutina horaria que conlleva, es difícil aceptar que ha llegado la hora de acostarse. Mamá, los abuelos y los tíos no se van a la cama, sino que consensúan una película y se acomodan en el sofá. Joana querría un hueco también. Por eso, a veces hay lloriqueo y mal humor.

- Vamos, Joana, da las buenas noches.
- ...
- ¿Joana?
- Bns nchs.
- ¿Das un beso a los abuelos?
Se lleva la mano a la boca y da un bofetón al aire.
- Ya está. Lo he lanzado.
- Vamos.
La acuesto, aún enfurruñada. Rezamos.
- Buenas noches, Joana.
- ...

Empieza la película. Este año parece haber agotado las excusas que le permitían levantarse de la cama: tengo sed, tengo pis, tengo miedo, etc. Tal vez se ha dado cuenta de que no servían: siempre volvía a la cama, bajo la amenaza de bofetón si volvía a intentarlo. Por eso me extraña oír la puerta que se abre con precaución. Aparece Joana.

- Perdón a todos.
Hay un momento de silencio. O tal vez me lo parece a mí. El abuelo toma la palabra, sonriendo.
- Todos te perdonamos, Joana. Ahora vuelve a la cama. Buenas noches.
- Buenas noches.

Y se va; y se duerme; y a mí el orgullo me cosquillea en la boca del estómago.

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