7/4/11

Esos entrañables desconocidos



Para aprovechar el sol de la tarde, pasamos por casa a recoger los patines y nos montamos en el autobús, rumbo al centro de Pamplona. Joana quiere sentarse en la plataforma más inclinada e inverosímil que encuentra, pero voy demasiado cargada y la obligo a seguir un poco más. Hay cuatro asientos libres, dos de frente, dos de espaldas. Nosotras elegimos ir en el sentido de la marcha. Joana empieza a contarme una historia. En la siguiente parada, una mujer de mediana edad y jersey anudado al cuello se acerca e indica a su hijo que se siente frente a nosotras. Después se sienta ella. El muchacho parece mayor que yo. Lleva el jersey al cuello, como su madre. Nos mira un momento, pero desvía la mirada. Está serio. Tiene la cabeza algo ladeada y fija los ojos en ninguna parte.
Mientras tanto, Joana sigue con su historia. Pero pierde el hilo, lo retoma, intenta seguir un poco más, se le escapa la voz y la historia se interrumpe. Susurra:

- Mamá, ¿qué le pasa?
- ¿A quién?
- A ese chico. Mira sus ojos...
- Ah... Bueno, puede que tenga vergüenza.
- ¿De qué?
- Pues tal vez de ti.
- Me dan miedo sus ojos.
- Prueba a saludarlo.

Ahora lo mira a él.
- Hola...
El chico la mira, aún con la cabeza ladeada y su jersey al cuello, pero todo en él sonríe.
- Hola, soy Daviz.
Y tiende su mano hacia Joana. Ella me mira y se asegura: ¿Daviz? Sí, eso ha dicho. Vuelve a mirar de frente, sonríe y estrecha convencida la mano que le tienden:
- Hola, yo soy Joana.

Esperaba que hablaran, pero la verdad es que no se dijeron nada más. Algunas paradas más adelante, nosotras nos despedimos y bajamos. Él aún sonreía.

- ¿Sabes, mamá? Yo también tenía un poco de vergüenza.

1 comentario:

Sergio dijo...

¿Jersey al cuello? No es que tuviera vergüenza, es que eran vascos.
Y no es que no se dijeran nada más, era que no había nada más que decir.
PD: Mò,¿Tantos años y aún así? Voy a preparar unas clases particulares.