3/1/08

El Caga Tió


Después de bastantes días de perezosa y reprochable inactividad, regreso con una historia para Joana.

Las tierras catalanas tienen también su tradición absurda y entrañable para la Navidad: el Caga Tió. "Caga" del verbo "cagar", así, sin eufemismos; un "tió" es un tronco pequeño y grueso (apellido del que puedo dar fe). Es decir, se trata de un tronco al que los niños alimentan durante el adviento con todo tipo de material: pieles de naranja, juguetes rotos, los pantalones agujereados de mi primo (¡a ver si desaparecen de una vez!, piensa mi tía), un tomate algo pocho, etc. Al llegar la Navidad, claro, el Caga Tió ya no puede con su alma y, acurrucado debajo de una manta, suelta chucherías y juguetes para todos.

Según una autoridad en la materia, mi abuelo Lluís, la tradición la inventó algún casero (o casera) imaginativo que buscaba el modo de mantener despiertos a los niños hasta la Misa del gallo. Y vaya si resultó.

Ahora las tradiciones están cambiando. No sé si el Caga Tió se celebra en todo Catalunya, pero mis primos y yo intentamos mantenerlo. Todos nosotros recordamos las comidas navideñas en mi casa: abuelos, tíos, padres, 25 primos y primas entre 3 y 15 años. Después de comer se despejaba el salón y mi padre y mi tío traían el Caga Tió (mi madre no consentía que entrase en casa antes del día señalado; lo alimentábamos en el patio). Todos nos armábamos de palos largos, cortos, gruesos, finos, reales o aprovechados (un palo de billar, un bastón, un bate de beisbol) y seguíamos a mi tío Manelet hasta la cocina: el Caga Tió es caprichoso y no caga nada si primero no vas a la cocina a rezar o cantar villancicos. Salíamos corriendo en desbandada. No sé cómo nadie salió nunca malherido. "Caga Tió a la vinya d'en Badó, si no vols cagar, et donaré un cop de bastó". A ritmo de bastonazos. 25 manos levantaban la manta al unísono y gritaban y chillaban de alegría y se lanzaban a recoger las botellitas de champán de chocolate, o los paraguas, o las monedas, o los cigarrillos, o las piedras de caramelo, o los coches de plástico, o los pitufos...

Todos los tesoros se dejaban en la mesa del salón (casi 2 metros, la he medido), que acababa llena, rebosante, temblequeando bajo tanto peso (bueno, aquí quizá me he pasado). Al final, los 25 formábamos una fila, todos con una bolsa de plástico en la mano (jamás nos preguntamos de dónde salían de repente tantas bolsas de plástico) y mi padre repartía el botín.

Eran tardes estupendas y noches de dolor de barriga, pero merecía la pena.

5 comentarios:

ERT dijo...

Una versión más familiar que la de Marc. ¡Y qué recuerdos!

Enric

Marc Roig Tió dijo...

Cierto, la mía era más impersonal pero tenía la primicia. La verdad es que mòmo ni se enteró que había escrito sobre el "caga tió" hace ya una semana. Esto de vivir bajo el mismo techo... hace que a uno ya ni le lean el blog.

mòmo dijo...

¡Pillada infraganti!

alvarhillo dijo...

Conocía la tradición del tió de una manera general, pero desconocía lo de alimentarlo durante el adviento. Me ha parecido genial.
Saludos.

Ander Izagirre dijo...

Genial. Y genial que no recurráis a eufemismos. El Caga Tió, sí señó.

(Mónica, te gustará el código que me pide el robot: rhmolb. Encaja perfectamente con el comentario que te he dejado en el texto sobre tu hermano, acerca del perfil literal y genético de los Roig. ¡Rh, molt bé!).