19/2/08

J. un sábado



Javi se ríe de mí cuando lo llevo en el coche. Creo, en realidad, que se ríe para espantar su miedo. Es un copiloto-semáforo: ¡Frena, frena, que te comes a los peatones! Avanza, por aquí vas bien. Con cuidado..., con cuidado... ¡Frena! Por suerte, no sólo me vigila a mí: ¡Oye! ¿Dónde va éste? ¿Es que es un suicida? ¡Qué se habrá creído!
Le molesta mi maldita manía de quedar siempre en diez minutos, pero acepta. Lo imagino despotricando contra mí, acelerado, arreglándose en una contrarreloj porque ha trabajado con los niños, que lo agotan, y ha estado pintando en su taller improvisado. Yo, mientras tanto, me pierdo y tengo que llamar porque no sé donde estoy. Al otro lado del teléfono, suspira resignado.
Antes, cuando hemos hablado por la mañana, me ha advertido: no me llames durante la siesta. Esta vez no lo he hecho.

1 comentario:

J. dijo...

En mi defensa alegaré que me siento identificado...