16/3/08
Hacerse el tonto
Ander, como experto viajero que es, regala un consejo: hazte el tonto cuando viajes. Me enorgullece decir que no me ha descubierto la rueda. Hace años que lo aprendí de mi padre, inmenso en su papel cuando viajó con mi madre a Perú. Shirley y yo los recogimos en Lima y de allí nos fuimos a Cuzco y después a Piura. Shirley y yo -orgullosas peruana y peruanizada- gestionábamos todos los trueques, olfateando posibles estafas. Pero era imposible controlar a mi padre, que ponía toda su sabiduría en las palmas que se abrían a su paso. A su alrededor siempre había chiquillos vendiendo hatillos manoseados de hierbas aromáticas, hombres cambiando como un favor monedas precolombinas por euros, mujeres pidiendo, niños cantando. A todos prestaba oídos. Nosotras, que nos creíamos más sabias, le advertíamos:
- Pero ¿te das cuenta de lo que le has dado? Te ha tomado el pelo.
Y él, que sabe hacerse el tonto pero no lo es, nos sonreía y respondía:
- ¿Y qué?
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3 comentarios:
Sí, Mò, hacerse el tonto es una buena idea. Pero lo que yo digo va un poco más allá: cuando aterrizamos en un país extraño, somos tontos de verdad.
Tienes razón (y no es que te esté dando la razón de los tontos, je), sólo que tu texto me encantó y me trajo estos recuerdos.
El pare ens ha ensenyat a ser bones persones. I no sé si mai ho serem tan com ell.
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