De vez en cuando, nos deteníamos a observar algo: la huella de un roble gigantesco y el rapazuelo destinado a sustituirlo (por si acaso, lo abrazamos ahora que se puede), una colonia de narcisos cabizbajos o el aguamanil que se había formado en el hueco de un árbol.
Joana y su padre recogieron una semilla de haya con rabito y prometieron plantarme un árbol en el salón de casa. Espero que los vecinos no se quejen.
También encontramos y recogimos cuatro piñas alargadas (no cabían más en el bolsillo) sin un objetivo concreto. Hoy han acompañado a Joana al colegio.
No subimos al Urepel porque el chirimiri se había convertido en lluvia y yo ya veía menos con gafas que sin ellas (gotas; veía gotas por todos lados).
Quizá la próxima vez.
Actualización: Esta tarde dos de las piñas han encontrado destino: se han quedado en las manos agradecidas de sor Consuelo, en la casa de las hijas de la caridad de san Vicente de Paúl. La tercera tenía una simpática forma de J y Joana ha preferido conservarla. La cuarta quién sabe; tal vez me la inventé.
4 comentarios:
¡Y volvisteis sanos y salvos a casa! Menudo alivio :-)
Dejad el pimpollo en el balcón. No se llevan muy bien con la calefacción.
Ese "nosotros" y "Joana y su padre" tienen una presencia imponente. Qué belleza.
A falta de balcón, lo dejaremos en la ventana, Sergio. Gracias por el consejo.
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