11/1/12

Todavía no


Joana ha bajado a la cabalgata con dos de sus tíos. Nosotros aún tenemos un último recado pendiente. Hemos quedado en encontrarnos por ahí.

Atajamos el cortejo oriental de frente. Bullicio, farolillos. La primera es la carroza del paje real, con su imponente camello arrodillado. Ocho o diez pajes con caras infantiles sentados a ambos lados de la carroza son los culpables de que mañana el pueblo esté alfombrado de colores. Uno de estos jóvenes pajes me mira y me lanza un caramelo. Puede que me conozca.
Sigue la carroza de Melchor. Ahí está él, con su característica barba blanca, su traje aterciopelado y esa capa desempolvada no hace mucho, que manos voluntariosas han lavado y planchado con esmero. Un par de niños hablan con Melchor; acaban de confiarle sus deseos en un sobre cerrado. Otros cuantos niños y niñas esperan su turno sentados en la parte delantera de la carroza; y muchos más se mueven siguiendo el paso lento del espectacular carro, esperando con mal disimulado nerviosismo que uno de los ayudantes reales les dé permiso para subir.
La de Gaspar no es una carroza tan popular. Gaspar es el eterno aspirante, el ignorado segundón. El rey favorito de los niños es Melchor o es Baltasar. Baltasar también, a veces, da miedo. Pero de Gaspar todos se olvidan un poco. Tal vez por eso tiene más tiempo para rociarnos con caramelos. Tal vez también por eso este es el primer Rey Mago que ha conocido Manel.
Me subo al pequeño muro de una zanja para que la multitud no me arrolle. Desde aquí arriba veo un poco mejor. Ya se acerca Baltasar. Como en las anteriores, también en esta última carroza hay niños montados, esperando con sus cartas en las manos. Hablando con Baltasar va una niña. Es Joana. Parecen mantener una conversación muy animada. Al llegar a nuestra altura, ya está descendiendo. Un paje la ayuda, unos brazos la recogen, otros brazos la esperan. Su tío y su padre la apartan un momento del gentío. Ya estamos todos.

- He visto que hablabas mucho con Baltasar, Joana. ¿Qué os contabais?
- Ah. Cosas.
- ¿Cosas? ¿Qué cosas?
- Pues no sé, cosas de negros.

Joana, harta de oír comentar lo morena que es, se ha autoconvencido de que es negra. Ahora, además, para su contento tiene una futura tía más negra que ella. A saber de qué hablaba con S.M. Baltasar.

- Pero, ¿sabes, mamá?, no creo que estos sean los reyes de verdad.
- ¿Por qué, Joana?
- Pues porque allí había un señor que le decía lo que tenía que hacer.
- ¿En serio? Vaya, vaya. Y ¿qué cosas le decía, por ejemplo?
- Pues le decía "no tires los caramelos por allí, tíralos mejor por este lado".
- Ah, bueno. Puede que el señor conozca mejor el pueblo y por eso sabe por dónde es mejor tirar los caramelos, ¿no?
- Pero, mamá, son reyes magos: MA-GOS.
- Es verdad. Pero piensa: ¿no te despistarías tú un poco si tuvieras que ir a todos los pueblos del mundo la misma noche?

Me mira sonriendo y asiente. Los reyes también pueden despistarse, claro que sí.

* La foto es cortesía de mi tía R.

1 comentario:

Sergio dijo...

Entre saber quienes no son y saber quienes son, hay un trecho. Tranquila, aún quedan un par de años, por lo menos.