7/1/13

Primer propósito

Al empezar el año, me planteé un reto; vamos, que hice un propósito: esta noche de Reyes tenía que ser especial para Joana, tenía que disfrutarla al máximo. Ya tiene siete añazos, que se dice pronto. Y sigue tan imaginativa como... siempre, pero creo que en algún momento de los próximos 350 días decidiré que ha llegado la hora de compartir con ella ese secreto maravilloso que ha pasado de padres a hijos generación tras generación. Ya se verá. Por lo pronto, mi propósito de año nuevo era que viviese su mejor noche de reyes.

El día empezó con un cambio importante respecto a años anteriores: íbamos a vivir la cabalgata aquí, en Navarra, no allá, donde siempre. En Pamplona hay mucha gente. Y toda ella asegura que la cabalgata es preciosa. Pero hay mucha gente y a mí no me gustan las multitudes. Pero un propósito es un propósito. A las 15:15 estábamos en el Portal de Francia, esperando la llegada de SS. MM. Joana pudo subirse a la esquina del muro, gracias a la amabilidad de una señora, que compartió con ella su espacio, y de su marido, que a ras de suelo hacía las veces de mensajero entre ella y nosotros: agua y galletas, sobre todo. Aguantamos como rocas en una tormenta los embates de los rezagados y con la paciencia de Job aguardamos hasta las 16:45. Llegaron SS. MM., encontraron la puerta de la ciudad cerrada, se dieron a conocer y entraron, precedidos de músicos, abanderados, pajes a caballo y pajes a pie y qué sé yo cuánta gente más. Cuando por fin se acercaban, yo también me subí al muro, detrás de Joana. Pasó Melchor y ella gritó vítores a su paso. Pasó Gaspar y ella lanzó besos al aire. Llegó baltasar, haciendo equilibrios sobre su montura para acariciar las manos que desde todos lados se tendían hacia él. Joana enloqueció. Llamaba a Baltasar con su brazo extendido, con su cuerpo basculando sobre el borde del muro, la emoción tanto rato contenida estallaba ahora en gritos eufóricos y lágrimas a duras penas contenidas. En cuanto Baltasar dobló la esquina, consiguió recuperar parte de su calma, aunque le quedó colgando en la comisura del labio una sonrisa bobalicona.

En el último momento, habíamos decidido cambiar la fastuosa cabalgata pamplonica por otra más sencilla en Puente la Reina. No podíamos perder tiempo. Al coche, a casa a buscar la carta y después a Puente.

- Joana, si te apetece, puedes ponerte el vestido medieval que tanto te gusta. ¿Quieres?
- ¡Sí!

Allí nos esperaban tíos y primos. Los Reyes llegaron desde el puente que da nombre al pueblo en sus pequeñas y elegantes carrozas. Los niños iban siguiendo la carroza de su devoción en filas desordenadas. Un par de pajes los ayudaban a subir de uno en uno o de dos en dos para que se acercaran al Rey Mago, le entregaran su carta y conversaran un momento con él. Joana, claro, subió a ver a Baltasar.

La cabalgata finalizó en la iglesia. Antes de que SS. MM. entraran para ocupar sus puestos y adorar al Niño, todos los esperábamos ya dentro. Me llevé un momento a Joana al fondo para tranquilizarla, porque hacía un momento nos había perdido de vista y se había puesto nerviosa. Estábamos cerca del gran portalón de madera cuando entró Baltasar. Sólo pude decir mira, Joana. Corrió al encuentro del rey negro y se abrazó a él en medio del templo.

¿Quién dice que los propósitos de año nuevo nunca se cumplen?


PD: Yo no pude sacar esta foto. Una desconocida supo observar, se dio cuenta de qué ocurría y disparó su cámara. Esta mañana he recibido un correo que decía que es la mejor foto que tomó esa noche. Gracias, Teresa.



2 comentarios:

Sergio dijo...

Confirmo lo de la foto sin ver las demás.

Fa dijo...

qué ilusión!! no habrá podido dormir de la alegría!! Por aquí pasaron rapidísimo pero pasaron... Flavia feliz.