- Mira, mamá, no hay nieve. ¿¡Por qué ya no hay nieve!?
Su voz suena, por lo menos, tan dramática como la de Vivien Leigh poniendo a Dios por testigo, etc. etc.
- Se ha fundido, Manel.
- No.
- Sí, Manel, ha salido el sol y ya se ha fundido.
- No. Ha venido el sol y con un brazo así -extiende el brazo y suelta un gruñido metálico para dar realismo a su explicación-, como una grúa, ha cogido la nieve -su puño se cierra sobre la imaginaria nieve- y se la ha llevado.
Otro gruñido mecánico acompaña al brazo que se pliega.
Dos días después, lo mismo le ocurrió al barro. Si tiene razón, el cielo se está poniendo perdido.
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