identidad

- Hola, Joana, ¿nos vamos a casa?
- ¡Mamá! ¡Pregúntale a Marta si he dormido!
- Vale. Marta, ¿ha dormido hoy Joana?
- ¡Uy, sí! Ha dormido muy muy bien.
- ¿Me darás una chuche, mamá?
- Claro, preciosa. Y un abrazo.

Hemos llegado a este acuerdo: si en el cole duerme la siesta y deja dormir a los demás, tiene derecho a una chuche. Algunos días funciona.

- ¿Qué quieres? Elige.
- El paraguas de chocolate.

Lo mordisquea, juguetea, se ensucia y lo guarda. Ha aprendido a racionarlo (no es cosa mía): sabe que si se termina mañana no tendrá paraguas de chocolate.
En realidad, el paraguas me lo regalaron a mí, por mi cumpleaños. Inés -que es así de maja y sorprendente- me dejó unas chucherías enlazadas sobre la mesa de la biblioteca. El paraguas es para Joana.
No es la primera vez que mis regalos son en realidad para Joana. Cuando mi hermano Ferran fue a Roma regresó entusiasmado porque traía un detalle para cada uno.
- El tuyo es el mejor, Mòmo. En serio, es genial. A mí me encanta.
Efectivamente, era el mejor: una camiseta naranja butano con un estampado caricaturesco de la ciudad eterna. Tamaño 2 años.
No me quejo, en serio. Sólo me parece reseñable esta vertiginosa pérdida de personalidad. En realidad, me lo tomo como un preámbulo de lo que seré -de lo que será mi identidad- dentro de unos años, no demasiados: la madre de. Pienso que tal vez si tuviera alguna neurona con inclinaciones musicales o artísticas tal vez podría mantener el tipo llegado el momento; pero ¿podéis imaginar a algún adolescente comentando Jo, tío, qué fuerte lo que nos ha contado la madre de Joana sobre el Calderón ese; o ¡Joana, cómo controla tu madre esa movida de los autos sacramentales!? No, ¿verdad? Lo imaginaba.
Siempre me quedará la repostería.

PD2: El pastel de la foto lo ha hecho -dice él- mi hermano Marc.