17/11/08

una tarde cualquiera


Si Joana no duerme después de comer, por la tarde está de mal humor. Es una verdad certificable. Yo también puedo estar de mal humor, pero sin excusa.
No sé por qué discutíamos, pero entró enfadada en casa.
- ¡Ya no te quiero! ¡Ala!
Y se sentó en el suelo. Sin quitarse el abrigo ni la mochila ni la mirada desafiante. La miré con cara de cordero degollado, simulé espasmos de llanto, me escondí tras mi mano porque no soy muy buena actriz y la observaba por entre las rendijas de mis dedos. No pensaba levantarse. Me fui a la cocina a preparar la merienda. Los enfados de Joana duran lo que un caramelo en una fiesta de cumpleaños, así que al rato guardó su abrigo y su mochila, y vino sonriendo, merendó, jugamos, leímos, probablemente volvimos a enfadarnos, se bañó y se dispuso a cenar. Hablaba -como siempre- por los codos y no se dio cuenta de que cogía el asa de su vaso con dos dedos. Antes de terminar de decir cuidado, se te va a caer el agua encima, ya había ocurrido. Me puse seria, la reprendí por no prestar atención, lloró un poco, la cambié, la tranquilicé y volvimos a la mesa.
- Mamá, lo siento.
- No pasa nada.
- Siento haber dicho que no te quiero. Yo te quiero mucho.

Un día más que ha merecido la pena.

5 comentarios:

Sergio dijo...

Y cuando menos te lo esperas ... ¡ZAS! En todo el corazón.

J. dijo...

Qué bien contado. Y entiendo los enfados producidos por la interrupción de la siesta en cualquiera de las formas posibles.

Sólo dudo que seas mala actriz.

Marc Roig Tió dijo...

Seguramente sabe que se acercan los Reyes Magos y estará pensando en los regalos que quiere conseguir, jejeje.

Sergio dijo...

Fantástica, la etiqueta. Que haya muchas más.

Pieralí dijo...

LINDO!!