19/6/09

matar el tiempo


Todas las mañanas, de lunes a viernes, Joana y yo nos levantamos temprano -yo rápido, ella remolonea-, desayunamos -yo rápido, ella saborea el aire-, nos vestimos -yo rápido, ella se distrae después de las bragas y un calcetín y empieza a jugar- y salimos a todo correr para coger el autobús.
De nuestra casa hasta la escuela hay, según el horario de la compañía, 20 minutos; en realidad, nunca menos de media hora. Si encontramos tráfico, lo cual es frecuente, entre 45 y 70 minutos. Vivo resignada, pero a mí, que soy de pueblo, me sigue resultando un sufrimiento digno de alabanza. Por supuesto, no puedo distraerme leyendo; Joana no me lo permitiría, y no sería tampoco justo con ella, que aún no puede leer. Intenté varias técnicas para matar el tiempo: parchís magnético, cartas, escribir postales (difícil, muy difícil, cuando te toca un autobús anciano que traquetea peligrosamente por el asfalto abollado)... Pero los recursos que han dado mejor resultado han sido contar cuentos por turnos y leer La isla del tesoro. Como debo detenerme de vez en cuando para explicarle lo que acabo de leer, a veces ambas técnicas se mezclan, pues Joana aprovecha para dar su versión de la historia:

- Así que Jim estaba escondido en el barril de manzanas, muerto de miedo, pensando que si salía... ¿sabes que pasaría?
- Sí, que los piratas le (sic, y en catalán es incorrecto) matarían.
- Sí, pues escuchaba...
- Ah, pero yo, ¿sabes qué haría? Pues yo iría de puntillas y cogería a mi papá y lo escondería, y pondría una escalera y cogería un martillo... un martillo que no hiciera ruido [hay que pensar en todo] y rompería la ventana y me escaparía.
- ¿Y dejarías a tus amigos con los piratas?
- ¿Qué amigos?
- Pues el doctor y el capitán y el señor Trelawney.
- No. Los cogería. Y me tiraría al mar y nos subiríamos a otro barco y nos escaparíamos.
- ¿Sí?
- Sí.
- ¿Quieres saber qué hizo Jim?
- Sí.

1 comentario:

Pecé dijo...

Creo haber visto uno de esos martillos que no hacen ruido en las rebajas del año pasado. Claro que no pensé que lo usara nunca, y no lo compré. Lástima, hubiera sido un buen regalo.