1/7/09

con esta, 300

Y, como la ocasión es tan buena como cualquier otra, me pondré sentimental.
Ayer, después de una mañana sofocante, el cielo se ennegreció y cayó un chaparrón de los que hacen historia: truenos, relámpagos, lluvia en cantidad y de calidad -goterones gargantuescos- y algo de piedra para amenizar la monotonía del agua. Empezó a tres paradas del colegio, así que, de correr desde la parada hasta la puerta, llegué calada.

En una película, la escena de la puerta merecería un plano pausado, un ritmo lento, para captar perfectamente mi sorpresa (el guardarropa había ocupado la entrada del caserón que hace las veces de escuela; allí, cuatro monjas reunían en torno a sí a unos cuantos niños asustados; esperé unos minutos a que se pusieran a cantar, pero nada) y la de ellos, pues conmigo entró la visión de la tormeta.


My Favourite Things [The Sound of Music]
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Joana corrió a abrazarme con dramatismo. Las monjas me explicaron con signos por qué: al estallar la tormeta, ella empezó a llamarme (no con miedo, sino con preocupación) y se fue a un rincón a rezar. Ya sé que es una actriz empedernida y que no puede evitar estos excesos, pero debajo de tanto teatro hay un verdadero gesto de amor. Me quedo con eso.

3 comentarios:

Mae Ortiz dijo...

300 ocasiones de ponerse sentimental, te definen como una sentimental. No te resistas, sandía.

Sergio dijo...

Tu silueta recortada bajo la puerta, la tormenta como telón de fondo, un amenazante paraguas en la mano,... seguro que darías miedo.
A mí me lo darías.

mòmo dijo...

En realidad, Sergio, no daba tanto miedo: no llevaba paraguas. En un mes perdí uno y rompí otro; considero más seguro -para los paraguas- llevar chubasquero.