6/7/09

En el zoo



El sábado aprovechamos el día de sol para visitar el zoo. Un amigo me advirtió: no es buen día; demasiado calor, todos los animales estarán dormidos a la sombra. Pero no hice caso.
El zoo de Wroclaw es grande y es histórico. Se inauguró en 1865 y -dicen los folletos- ha resistido dos guerras mundiales (el zoo, supongo, porque yo no vi ningún animal que pareciera centenario o muy curtido por la vida). Aparte de esto, tiene animales, tiene funcionarios estrechos de miras y tiene chiringuitos de comida basura a precio de oro. Nada nuevo.
Llegamos al zoo desde el río, dando un agradable paseo en barco. Desembarcamos y subimos unas majestuosas escaleras de piedra hasta la puerta. Los demás pasajeros nos adelantaron, pues sufrimos un pequeño percance con un charco. Al llegar a la puerta, un hombre nos abrió y nos dijo que esa no era la entrada*.
- Pero, ¿cómo no va a ser la entrada? Es una puerta, usted la abre, nos deja entrar y listo.
- No puedo. No tienen ustedes entradas.
- Bueno, déjenos pasar e iremos a comprar las entradas.
- No, el reglamento no lo permite. Tienen que ir a comprar las entradas y luego vuelvan y les dejaré entrar.
- Me parece absurdo. Bueno, ¿y dónde está la taquilla?
- Ah, no está lejos. Deben caminar bordeando el muro de piedra y la encontrarán. No creo que haya más de un quilómetro.
- ¡Un quilómetro! ¿Pero no ve que vamos con una niña pequeña, que está cansada, que el sol es muy fuerte?
- Lo siento. Tienen que ir a comprar las entradas.

En fin. Caminamos más de un quilómetro y pudimos comprar las entradas y entrar. El calor era abrasador. Empezamos por buscar a los pumas: encontramos una jirafa, un jabalí enano, un par de monos inmóviles, algunos macacos con el culo al aire, un tigre y dos leones durmiendo a la sombra y bastantes jaulas vacías (los animales dormitaban en algún rincón alejado del sol). Estuve tentada de entrar en el patio de los elefantes, desde donde Dumbo nos miraba con sorna mientras se remojaba una vez, y otra, y otra...

No encontramos a los pumas, así que volvimos al punto de partida y decidimos ir en busca de los cocodrilos. Encontramos poneys, caballos, cigüeñas, cisnes negros, una mangosta (¡como Riky-tiky-tabi!), perros de la pradera, un cartel que anunciaba camellos en los próximos 12 quilómetros -no vimos ninguno, pero tampoco recorrimos 12 quilómetros- y, por fin, una pared en la que Joana leyó (lenta, volviendo a empezar varias veces, pero sola): Krokodyle.
Estaban durmiendo, pero los vimos.



* La conversación que sigue es una adaptación de la realidad, dado que se desarrolló en polaco entre el buen funcionario y Amelia.

3 comentarios:

nico dijo...

¿Y se les notaba el acento polaco a los animales?

mòmo dijo...

Joana: No hablaban. (Estaban todos duermiendo la siesta, ¡qué iban a hablar!)

Anónimo dijo...

Joana me harás un dibujo de los animales que viste en el zoo? en Sant Pol ya sabes que no tenemos zoo... lo podremos colgar en la pared de la escalera.
Petons.

L'àvia