4/2/10

Receta para solear días nublados


Incluso cuando la tarde ha sido agradable, esto es, cuando ninguna de las dos sale cansada en exceso del cole y del trabajo y podemos jugar, leer, pasear o inventar historias sin peleas ni llantos, incluso en esas ocasiones, digo, hay una hora límite: alrededor de las ocho suenan las campanadas, desaparece la magia del juego y mi princesa es de nuevo una niña cansada y malhumorada. Y cuando una de las dos tiene la hora nublada, a la otra le llega por contagio.

En este estado entramos en casa.

- Vamos. Ve poniéndote el pijama. Y no te entretengas. Te preparo la cena enseguida. ¿Qué haces aún aquí? Venga. Haz lo que digo.
- Grrrrrr.

Se pone el pijama aún gruñendo, y aparece detrás de mí mientras coloco unas toallas limpias en el armario.

- Mamá. Tengo que decirte una cosa.
- Bueno. Dime.
Pero no me giro para mirarla y escuchar con atención, como debería hacer.
- Tengo que decirte que ya no te soporto más...
Ahora, claro, sí que me giro. Y pienso que qué idiota soy, que seguro que hay una explicación, que no sabe qué dice, pero que tal vez si sigo sin escucharla de veras algún día me lo dirá en serio. Pienso mientras la miro que qué más da que no lo sepa. Duele igual.
- ¿Y eso?
Y mi voz, que debería sonar humilde y dolida, suena orgullosa y desafiante.
- No puedo soportar que seas tan buena. Eres la más buena del mundo. Y es que te quiero tanto que ya no lo soporto.

4 comentarios:

pau dijo...

Grande! Seguro que has crecido! Es una delicia.

Anónimo dijo...

Momo, soy amiga de Mark, descubrimos tu blog mediante el suyo, y tengo que decirte que tanto a mi hermana como a mí nos tienes completamente enganchadas a las historias de Joana. No dejes de escribir!!
Ane.

Marc Roig Tió dijo...

¡Toma ya!

Fa dijo...

Eso sí que deja sin aire a uno!!(y casi sin respuestas)
Le daría un abrazote!