Hace sólo cinco minutos, tal vez siete, que Joana se ha metido en la cama. Me levanto del sofá en cuanto oigo la puerta.
- ¿Qué ocurre, Joana?
- Es que he tenido una pesadilla que es imposible superar.
- Joana, no puedes haber tenido una pesadilla porque no has tenido tiempo de dormirte.
- Bueno, pues un pensamiento malo que es imposible de superar.
- A ver, ¿qué ha sido?
- Pues mira, anunciaban en la radio una crema para los ojos, para que se curen las que llevan gafas. Y tú quisiste esa crema para ya no tener que llevar gafas ni... ¿liendres?
- Lentillas.
- Sí, eso. Pues te la dabas en los ojos y al bajar los párpados te quedabas ciega...
Mi corazón de madre histérica al final del día se va enterneciendo ante su amorosa preocupación por mi salud y mi imagen.
- ... Y, claro, como estabas ciega ya no podías corregirme las tareas y ya yo no era nunca más buena en las tareas.
Tardo una milésima en sobreponerme del poco valor de mi ceguera en la historia. Ante todo, hay que alejar ese mal pensamiento.
- Pero Joana, ¿qué te digo siempre de los anuncios?
- Que no hagamos caso, pero...
- Además, Íñigo, ¿estoy guapa con gafas?
Desde el salón nos llega la respuesta: "Guapísima".
- ¿Ves? ¿Para qué iba a querer ir sin gafas?
Ya se ríe. Sólo me queda el golpe de gracia.
- Y sobre todo, Joana, seamos serios, ¿tú crees que aunque me quede ciega dejaré de corregirte las tareas o todo lo que caiga en mis manos?
Carcajada. Ya puede dormir tranquila. Y a mí, después de todo, se me derrite el alma al ver su confianza en mi trabajo, en mí.
2 comentarios:
Los gafosos sólo tememos una plaga de orejas caídas.
Cómo extrañaba un post con algo que hubiera dicho Joana.
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