Manel come su yogur en silencio. Está serio. Le pregunto algo.
- Estoy enfadado.
- ¿Te has enfadado conmigo?
- Sí.
Ojalá pudiera reproducir su explicación, pero sólo puedo transcribir el significado. Se ha enfadado conmigo porque he cogido un yogur de la nevera y no he aceptado la cucharada que me ofrecía.
- Perdona. Dame. Sí quiero del tuyo.
Pero ahora ya no. Era antes. Antes de que yo cogiera un yogur. Antes de que me lo comiera. Cuando he dicho que quería y él me ha ofrecido y yo no he aceptado.
- Perdona, Manel. No estés enfadado. Me encanta que quieras compartir conmigo; lo que ocurre es que yo quiero que te comas tú todo el yogur, porque estás comiendo muy bien y te estás haciendo muy mayor.
- ¿Y me haré grande, grande, grande, grande, grande?
- Sí.
- ¿Hasta el cielo?
Ya sonríe.
- Sí. Puede que sí.
- Me haré grande, grande hasta el cielo y cogeré la luna.
- Pues bien, si llegas, coge la luna. ¿Y qué harás con la luna?
- Para ti. Cogeré la luna para ti.
Y yo, que no soy romántica, he deseado esa luna.
1 comentario:
Tendrías el corazón de piedra si no fuera así.
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